viernes, 13 de enero de 2017

No me salves

«Que tuve que mirarte unas cien veces para convencerme de que eras real. Que tuve que tocarte para saberte completamente mío. Que tuve que llorarte muchas noches para poder sacarte de mi vida, de mi alma. Que tuve que perderte para encontrarme a mí. Que tuve que hacer tanto para dejar(nos) ir».

Escribí esto el día que pensé que te estaba perdiendo. Que mis muchos intentos por retenerte eran en vano. Ese día me di cuenta que la vida se me estaba rompiendo a pedacitos, y no por tu ausencia, sino por la mía. Me estaba perdiendo, y eso era más importante que me dejaras de querer.

Ese martes dijiste sin temor “Yo puedo salvarte”. Eso hubiera sido un halago para cualquiera, quizás hasta sonaba a promesa pero para mis oídos era solo un insulto. El peor de todos. 

No, yo no quería que me salvaras, que le dieras más sentido a mi existencia. Ni entonces, ni ahora, ni nunca. Sigo pensando que el único amor que puede sanarte y salvarte es el propio. 

Y sí, yo te quise mucho. Muchísimo, a veces entera y otras, completamente rota.  Pero quererte no significaba que yo iba a ser tu forma de redimirte con el mundo.

Yo no quería ser salvada, quería ser querida de a poco, incluso en esos momentos en los que yo no lo hacía. Que me quisieran con todo el desastre que era y no sintieran la necesidad de ordenarme. 

No me salves porque no sabes cuántas veces más volveré a ser lágrimas. No me salves porque el futuro es cuestión de suerte y no de amor. No me salves, no hace falta. 

El día que me levante será porque lo decidí y tuve las fuerzas, no porque tu mano extendida me prometa cargar con todas mis culpas.

No quiero que me salves, solo quiero que me quieras. ¿Cuántas veces más tengo que perder a alguien para ganarme a mí? Y no es pregunta retórica, quiero que alguien me dé una respuesta. Ansío una.

Ilustración: Gala Middo
Sé que hay muchas con complejo de princesa, quienes esperan un amor de cuento que las saque de sus propias vidas. Pero yo aprendí que eso solo nos alivia por un rato, por un momento y después, las heridas vuelven a abrirse y no hay quien las cure (más que tú).

Entonces te dejé pasar porque no me imagino una existencia más triste que esperar que otro libre mis batallas. No es que estés mal, es que yo soy la que debo sentirme bien con eso.

Perdóname la franqueza, las lágrimas y esta historia a medio escribir. Yo no sé dónde empieza la vida ni dónde estaré mañana. Yo no sé si tú me ibas a querer a diario, pero sí que yo lo hago todos los días. 

Entonces voy a encontrar lo que busco cuando me mire al espejo y solo me vea a mí. Y me vea tan bonita, tan completa, que no necesite otro reflejo a mi lado.

Ya entiendo por qué cuando te dejé entrar nunca pude cerrar la puerta. En el fondo sabía que ibas a marcharte. Te ofrezco recuerdos pero no amor... te ofrezco los insomnios que no te llevaste.

Te ofrezco la idea de un presente que vivimos cuando pudimos y un futuro que nunca imaginé. Te ofrezco la promesa de quererme tal como soy, y la certeza de que seguro alguien borrará este sinsabor que te estoy dejando ahora.

Y como no soy buena para las cartas de despedida ni tampoco para las de renuncia, te digo que me voy... seguro ya lo habías notado.

Siempre te recordaré con la nostalgia con la que se evoca a los viejos amores. Solo puedo darte eso, y la tranquilidad de saber que ya no me pregunto por qué no te quedaste.


@MassielVargasP / @Paginfinitas

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