Prefiero no pensar en todas las veces en las que te elegí
por encima de mí todas las cosas.
Prefiero olvidar todos los momentos en los que
soñé despertar y verte ahí. Lo único que necesitaba para decirte adiós era
tiempo.
Tú lo sabías. Sabías que el tiempo me haría más bien que tú.
Sabías que tarde o temprano todo ese amor que sentía se transformaría en
propio.
Tiempo, eso era todo. El tiempo indicado para mirarme al
espejo y no pensar “es que no soy suficiente”. Tiempo para dejar atrás los días
en los que llorar era más fácil que luchar.
El tiempo se convirtió de pronto en mi mejor amigo. No te
necesité más, te desinstalé de mi sistema y me puse por encima de todo.
Porque al final de cuentas a la única que tuve ahí todas las
veces que lloré sentada en mi cuarto fue a mí.
La mejor venganza es que ahora intentes acercarte,
precisamente porque sabes que ya no te estoy esperando.
Porque esperarte
hubiera sido romper todas las promesas que me hice un día, aunque cuidarte fue
una de ellas.
Tiempo para perdonar todos mis errores, toda esa ingenuidad
y las ganas de construir un “para siempre” que durara lo que quisiéramos.
Tiempo, simplemente eso para reconstruirme, para juntar todas
las piezas de nuevo y asegurarme de no sentirme así de rota nunca más.
Tiempo para mirarte como lo que fuiste y no quedarme con la
versión idealizada de un hombre profundamente inseguro que lo único que inspira
ahora es lástima.
Tiempo para llorarte noches enteras y pensarte en
madrugadas. Porque un día te despiertas y por fin se te viene a la mente algo
más.
Tiempo para reconocer que sí había y habrá otros peores y
mejores que tú. Que no eres el único que podrá llegar a quererme ni a dañarme
como lo hiciste.
Tiempo que perdí tratando de entender cómo llegamos a esto.
Tiempo para entender que aunque te pasas la vida buscando un
amor bonito, lo que verdaderamente te salva es un amor sano.
@MassielVargasP
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